El aliento vital

A través de los tiempos, las grandes civilizaciones en Egipto, la India y China, entre otras, nos han hablado de la respiración como eje fundamental, no solo desde la obvia perspectiva fisiológica sino también como nutrición esencial y conexión de nuestra existencia con el universo.

Todo cuanto existe: Todos los mundos, todos los hombres, animales, plantas y minerales, todos los átomos y moléculas, están sumergidos en un inmenso océano de vida, vida eterna, infinita.

Ahora bien: cada ser, bien sea diminuto como una molécula o vasto como un universo, podemos considerarlo asimilando como vida propia algo de esta Vida Universal.

El aliento es una parte de nuestra naturaleza y permite a nuestro organismo, la comunicación permanente del interior con el entorno y con el “aliento universal”.

De acuerdo a la filosofía hindú, estos son principios básicos de la energía y las facultades sutiles de un individuo, que sostienen sus procesos fisiológicos.

La Vida es universal, omnipresente, eterna, indestructible, y la porción de esta Vida universal individualizada o asimilada a nuestro cuerpo es la que en India se designa con el nombre de Prâna y en China como Aliento Vital o Qi.
Al morir el cuerpo, el Prâna, Aliento o Qi vuelve al océano de Vida cósmica.

Esa trama o red de energía externo-interna, se manifiesta a través de facultades incorpóreas de un individuo, que sostienen sus procesos fisiológicos.

En la cultura china tradicional el Qi (chino simplificado: 气, chino tradicional: 氣, Pinyin: , literalmente «aire, aliento, disposición de ánimo», pronunciado “chi” [tɕʰi˥˩] en mandarín estándar) es un principio activo que forma parte de todo ser vivo y que se podría traducir como “flujo vital de energía”.

Dentro de esta visión oriental del macrocosmos-microcosmos que somos; el cuerpo es concebido como un lugar de reunión de distintas energías o “alientos”.

Si bien han tenido los chinos desde la antigüedad, un amplio conocimiento anatómico; estos elementos estructurales solo eran un mero soporte integrado en su esquema espacio-temporal del mundo.

La idea de que la vida se debe al “aliento vital “es un concepto muy arraigado en la cultura china.

Dado que está relacionado a la respiración, es la función nutritiva de éste halito, lo que se incluye la noción de aliento.
El aliento vital o Qi (chi) no es solo el aire que respiramos sino que es aquello que nos comunica, nos relaciona con el exterior-interior, con el universo a través de esa corriente vital. Con su circulación se crea el nexo y la unión entre las distintas partes del cuerpo humano, por un lado; y entre el cuerpo humano y el universo, por otro.
Unidad en movimiento. Pulsión y ritmo. Retorno y continuidad. Presente continuo.

Uno de los primeros en dejar constancia de ello fue el gran filósofo taoísta Zhangzi (siglo IV a.C). Él escribió: “la vida del hombre se debe a la acumulación de “aliento vital”. Si el aliento se acumula, hay vida; si se dispersa, sobreviene la muerte.”

El aliento es el hilo que engarza todas las cosas. Es por ello que el aliento que da y transporta vida es tan apreciado en la filosofía y practicas taoístas.

El objetivo de estas prácticas es la inmortalidad y la longevidad a manera de alquimia interior; pero también las riquezas, la fortuna, la felicidad y la alegría en el mundo de los hombres, comportamiento que se opone de alguna manera al de los monjes budistas que se retiran de la vida activa.

Un concepto taoísta antiguo dice: “La vía, es el aliento. Aquél que conserve el aliento cual tesoro, alcanzará la vía. Aquel que alcance la vía, subsistirá largamente.”

En el cuerpo humano ese aliento único y universal se encuentra bajo la forma de dos modalidades complementarias: Yin-Yang, que se generan mutuamente, donde el apogeo de uno hace aparecer al otro. Evolucionan cíclicamente y pautan el ritmo de la vida y de la circulación de nuestro Qi.

A través de prácticas taoístas y de Qi gong que incluyen, por ejemplo, visualizaciones y respiración; meridianos y puntos en nuestro organismo son activados por medio de ese aliento vital.

Éste se compone también, de cinco fases o movimientos: La Madera, el Fuego, la Tierra el Metal y el Agua. Estas fases están en directa correspondencia con las cuatro estaciones (a la cual se le agrega la Canícula, el fin del verano, relacionado al elemento Tierra) a los cinco colores, cinco sabores, cinco direcciones (los cuatro puntos cardinales más el centro), los cinco órganos (Hígado, Corazón, Bazo, Pulmón y Riñón).

Una vez más, se trata de un esquema espacio-temporal contenido en un ciclo de evolución cerrado. Las cinco fases se engendran mutuamente por transformación o, por el contrario, se dominan, se perjudican o se destruyen.

La idea de que el cuerpo es un microcosmos, organizado según las leyes fundamentales del macrocosmos y en permanente correspondencia, alberga el principio de que el interior y el exterior no son más que una misma cosa manifestándose con características particulares.

Así, como en el cuerpo humano hay 360 articulaciones: así los 360 grados del Cielo, mirando el firmamento desde la tierra.

Contemplar el Cielo y las estrellas nos invita a virar la mirada al conocimiento de lo invisible y del interior del cuerpo.
El llamado Circuito de la Pequeña Circulación Celeste que configura el Renmai (o Vaso Concepción, ubicado en la línea media anterior del cuerpo) junto al Dumai (Vaso Gobernador, ubicado en la línea media posterior del cuerpo), a manera de gran rueda, desarrolla energía y la hace circular generando un proceso de regeneración y produciendo un refinamiento de nuestra esencia.

Es decir que, con su activación aparece el estado de “respiración inmanente”: Ese flujo natural de la circulación del aliento vital por Dumai y Renmai que ocurría antes de que el Qi adquirido en la etapa intrauterina, entrara en el sistema con la 1ª respiración del recién nacido.

Pero estos dos mundos: exterior-interior, no son entidades separadas, dado que para la medicina china como para la filosofía taoísta, expresar la unidad y llegar a ella es el objetivo principal. Esa correspondencia se convierte en un soporte dinámico del ser.

Las puertas de la vitalidad

El cuerpo tiene orificios por donde se escapan e intercambian sustancias.

Los filósofos en el pasado, hablaban de los siete orificios en la cara que corresponden a los ojos, la nariz, las orejas y la boca y de dos orificios inferiores.

Los siete orificios corresponden a las siete estrellas de la Osa mayor y para algunos textos taoístas, son la luz y el aliento de estas siete estrellas los que durante la formación del feto “abren” los orificios del embrión y permiten que el aliento vital entre por ellos.

Cuando los siete orificios están desbloqueados, el individuo no envejece. La apertura de dichos orificios era una condición imprescindible para poder establecer una comunicación entre el mundo divino, superior y el mundo humano.
Estas aberturas de comunicación y de intercambio incluyen los orificios de la piel.

Los poros y los puntos de acupuntura son verdaderas puertas de entrada o de salida de la vitalidad en un individuo.

La luz de tus ojos

Los orificios del cuerpo son lugares de concentración de los alientos vitales y de emisión de luz, sobre todo en el caso de los ojos.

Si los ojos tienen la capacidad de ver, es porque emiten luz; de ahí que los taoístas practiquen métodos de visión interior.

Al invertir la dirección de la luz de la mirada, el adepto ilumina el interior de su cuerpo y puede, entonces distinguir con claridad su esencia.

El cuerpo, entonces, es un verdadero paisaje interior donde conviven en armonía, el agua, el viento y la montaña. Donde el mundo interno y el mundo celeste encuentran un orden perfecto. Y allí, el aliento vital, florece.

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